De unas sonrojó cuando don Paquito la coqueteaba y le decía: “Fuiu-fuiu! Señora, usté' h'tá elegantísima en e'hta noche tan eh'pecial. ¿Me haría u'hté el honor en recibir el nuevo milenio en mi choza?”, a lo cual le replicaba: “Gracias, don Paco, pero no observá vos que espero a mis nietos?” “A pue' bien, señora”, le contestó mientras escurrió su mano dentro de las rendijas del balcón para acariciar las manos delicadas de la señora Keating. “Gracias, mi vida. Que pases un feliz año nuevo, vos también.”
Don Paquito inclinó su sombrero vueltiao y caminaba hacia la Gautier Benítez mientras se ajustaba su chalina de año nuevo, como dicta la tradición alfaguereña. Ella se sonrió mientras tomaba su taza de café y observaba cómo las familias inviduales se preparaban para el año nuevo. Y he aquí, mintió descaradamente: ella no tenía nietos (los retratos de niños que ella tenía venían con la compra del recuadro), ni mucho menos alguna familia que la sobrellevara. De sólo pensar en esto, se le nublaban los ojos. Todos sus vecinos celebraban el nuevo milenio, y ella...sola. Apenas los Castro llegaron de comprar todos los ingredientes necesarios para la paella. Los Acabá contrataron a MC-Chaco y sus Punta Girls. Los Marichal eran Testigos de Jehová, pero la rebelde Linda Sara se estacionó en la casa de los Marcano para recibir el autógrafo de su ídolo, MC-Chaco. Y he aquí, ella se encontraba sola, aunque su cara nórdica y piel de olivo gastado declaraban que ella era una sobreviviente.