“If only we had died in Egypt! Or in this wilderness! Why is the Lord bringing us to this land only to let us fall by the sword? Our wives and children will be taken as plunder. Wouldn’t it be better for us to go back to Egypt? (...) We should choose a leader and go back to Egypt.”—Numbers 14:2b-4
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Caia Babiblonia.
Se destruyen las ninfas con un imperio más líquido que la sangre, más física que un río, más violento que un volcán. En esa entonces, yo río (¡ja-ja!) No pienses que ni muerto llamaré por tí. Soy un guerrero, como me hiciste tú a mí. Soy un cantorinho, como quería que te cante a tí. Soy un pescadero de fuego en lo más violento del volcán. Caia Babilonia. Tú que hiciste la dentadura de un flácido bomboncillo, que seduces la paja y escupes hierro; nada te complace, ni yo tampoco lo haré. Canta como niña malcriada que no sabe que su voz solo sirve para su única y postrera ridiculización, que suelta la campaa de un sedazo y recoge dinero a los pobres y fieles e imbéciles. Disfruta tu opulencia. Caia Babilonia. Que ahora, me río yo. En este corazón caben los sueños desterrados:
los yertos y cansados, los que cedió a la patiña del cobre. Aquí se rompen las quijadas y cruzan las piernas. Aquí nacen a los extraños en un niño de once varas. Aquí guardo mis errores, escondidos al resto del mundo, atribulados en cinceles viejos para el resto del mundo. Yace el pterodáctilo con la sábila. Yace el huerto con la arena. Yace el nido entre un sebo de cizaña. Yace el coctel de pastillas de media mañana. Yace la lúcida águila entrerrecortada en su alba. Yace el dominio de las fuerzas motoras. Yace el oscuro del silencio en plata y eneldos de cobre. Yace el brote de decepción que supura el alba. Yace el brote de imperfección que llega hacia el alma. En este corazón se alivian los místicos enterrados: los que destierran de los pueblos por mirar las bolas de cristal, los que recitan poemas de forma paralela y no transversal, los que hieden su hiel a la arena y no al mar, los buscan sin saber qué quieren buscar. Bienvenidos sean todos a éste corazón, mi humilde hogar-- pero abran paso y hagan fila, que por ahí viene Dios. His splendor covered the heavens,and the earth was full of his praise. His brightness was like the light; rays flashed from his hand; and there he veiled his power. —Habakkuk 3:3b & 4, NIV |
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May 2015
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