Empezar las clases dos veces no era lo que tenía en planes. Empezar la escuela en Ceiba, luego de nuevo a 1590 millas o 2500 kilómetros de mi patria costaba un poco de la realidad que vivía, o que quería ignorar. Dios nos cerró una puerta para nosotros, para abrirnos muchas más, sin spam ni forcejeo. No sabemos lo que va a pasar, pero tenemos (y digo en primera persona, porque nos incumbe a todos) agarrarnos de Su manto y confiar en El. Nunca me imaginé que esta experiencia sería realidad.
Acompáñame en esta nueva etapa de mi vida. No se arrepentirán.