El novio nunca olvidó su cara cuando su amada le contó la visitación que había ocurrido. Apenas llegó de un largo día de compra de útiles, cuando encontró a su esposa en el suelo, con una pequeña barriga, arrodillada, llorando de emoción y duda y alegría, contandole de su misión especial. “¿Quién te violó?”, preguntó. En ese momento, entró una atmósfera negra moviéndose sobre la atmósfera. Y se notó el desencanto y el enojo que resonó por toda la tierra. Las flores se marchitaron. Las nubes grises comenzaron a dispararse sobre la cosa de Judea. Las fieras del campo y las bestias intentaron espantar tan maligna presencia—y tenía ganas de atormentar la Tierra una vez más. Se llamaba Satanás, y tenía la peor reputación del mundo: de cínico, sádico, y un abusador condenado a la muerte eterna.
Desde el primer momento que se enteró de aquella luz que circuló por Judea, lo primero que hizo fue amancillar la reputación de una mujer con una boca bastante floja. Era una señora que, después de ser abandonada por su esposo y su amante samaritano el día de su boda, nunca pudo invertir su alegría en otra cosa que no sea amancillar las reputaciones de otras jovencitas que estaban a punto de casarse. La conocían en Nazaret por su chisme en los mercados; con su comportamiento indeseable, ella misma provocó su isla en medio del gentío. “¡Señora! ¡Ven para acá, doñita, que tengo pescado de Siria, dólares del Líbano, y un chisme dulce para tí!”, se convirtió en su promoción.
“¿No te diste cuenta que pasó poquito tiempo para que la esposa de José quedara embarazada? ¡Yo creo que ese no es de él!”, contó la señora. “¡Y que ese hombre honrado, y en su mentecita le queda media grasa!” Los mercaderes la ahuyentaban; los fariseos escuchaban, ellos mientras hacían sus rondas colectivas de piedad, apuntando en sus cabezas cómo podían atacar a esa banda de infieles pecadores. Tenían las piedras preparadas. La mujer indignada volvió a sonreír: ya comenzó su diversión, y ella misma se consumirá en su momento. Pero, tanto el novio como la novia no sabían nada.