En la noche, el robusto novio y la joven novia marchaban hacia Belén. Una nube de fuego los cubría, y aquella mula rendía lo mejor de su ímpetu para llegar a Belén. En el viente de la novia, el niño anheló salir del mundo. Un niño de fuerza, un niño de promesa, y un niño de gloria.
—¿Cómo quisieras llamar al niño?
—Si fuera por mí—respondió el novio—, lo hubiese llamado... ¡José! ¡Por su puesto!
—Pero, ¡qué nombre tan creativo! ¡Tú puedes hacer más que eso! —respondió mientras forzaba su indignación.
—Está bien...Está bien. Tomaré tu segunda opinión. Yo le pondría un nombre como... ¡Zacarías!
—¿Zacarías? Pero tu primo no se llama así?
—¿Cuál es el nombre de—?
—Juan. Su hijo se llama Juan.
—Oh, el mismo. Me acuerdo del chisme cuando...
—Pero, no estabas metido en eso...
—No, no, no; no te equivoques, yo estaba haciendo una mesa para Poncio Pilato. Si fuera por mí, estaría tentado a pensar cosas malas para las personas que hablaron mal de su hijo.
—O rabino.
—O nazareno.
—Pero, ¿por qué discutimos eso?
Ambos empezaorn a reírse, como si fueran dementes. La mula alzó su cabeza y miró afanosamente, observado cómo sus amos se disfrutan la vida de un niño que no ha nacido— es más, la vida de un cordero inmolado. La risa parecía ser la única medicina del momento. Podían reírse, podían gozarse, pero el entretenimiento mayor era disfrutar la compañía de uno al otro. Como Adán y Eva en su tiempo, su amor volvió a ser uno puro e inocente. Pero ese amor, claro que estaría puesto a prueba dentro de no muchos días.
Pasado el tiempo, los novios y su retono esconido, caminaron hacia tierra de Judá. De Belén nació David. De las estepas de la vaga y árida tierra nació el remanente decimado de las rodillas que no se doblegaron a Baal. no era una ciudad cosmopólita como Nazaret, pero hacía su mejor esfuerzo para estar cómoda frente a estar cómod ay decente para todos que anhelaran visitar.
Hicieron parada en Jerusalén. Amurallado, de cincuenta a cincuenta. Llena, ataconada de mercaderes. Con el templo lleno de ofrendas sustraídas por un precio. Los novios vieron todo de lejos. Y se dijeron entre sí, “¿Viviremos aquí?”