(Origianlly writen in 2012.)
Pero la ira que hablo, e una nueva. No es la misma ira de guerras anticuadas o políticas de promesas vacías. Tampoco son las vanas dialécticas de una educación vana (¡Dios me libre de dejarle el derecho a la educación a cualquiera!) y vacía. Ni tampoco son las necedades de un sistema en descensos y colapso. Ni se crean que son las calumnias vagas que solo satisfacen aquellos que quieren comezón de oír-y no la verdad. Ni se atrevan a asumir que pido cabezas juanbautisatas de la gente sin culpa ni remordimiento.
No hablo de protestas que caigan en oídos sordos. Ni siquiera de tontas artimañas diabólicas que nos hagan perder tiempo precioso. No quiero ni comentar en lo estúpido que sería regresar al tiempo de la moral cavernícola. ¿Y qué será de las artes sin fondo, la música contagiosa, y los deportes en esteroides? ¿O qué tal de fábulas profanas y arcaicas, mandamientos estropeados, doctrinas de hombre y aquello que es tan bochornoso decirlo en la luz?
Hablo de una ira que es como ninguna otra. Es una ira que sobrepasa fechas, lenguas, tribus y naciones. Es una ira que define el curso de la historia de hoy. Es una ira que decide el porqué de los días. No hablo de guerras, iras, ni contiendas. Ni hablo de armas de destrucción masiva, actos terroristas, o el apasionado afecto de dolor de sádicos. Voy más allá de la edad. Voy más allá de la razón. Voy más allá de la guerra en nombre de la religión.
Hablo de la nueva ira de esta generación.
No me malinterpretan: aunque hable de ira, esto no significa que esta generación se encuentre aprisionada y encerrada en una cólera eterna, en las ataduras del mal. (Si alguno lo está, ese es su problema; no me incumbe llegar a ese extremo, ni lo pretendo disertar.) Es tan triste ver que la gente toma algún placer hedonista en ahogar el poder de la vox pópuli. A diestra y a siniestra, alguien siempre disfrutará en fachada de los problemas de esta generación. Somos el futuro del mundo -¿y nos tratan como criminales? Somos todos hijos de Dios -¿y nos entregan el legado de un infierno mayor?
Se habla tanto que esta generación carece de valores morales y guía espiritual. Pero, ¿de quién es la culpa si no nos enseñan bien? No excuso a aquellos que, teniendo toda enseñanza e instrucción cimentada en sus corazones, se corrompan al final del camino. Pero no toleraré comentarios necios ni denigrantes de un grupo de personas cuyo solo propósito es asechar a una generación que se levanta. Apuntan con lanzas en los costados de las multitudes, sólo para verlos llorar. ¿Y yo, siendo humano, me gloriaré de esa soberbia? ¡Y que tengo razones para gloriarme!
Conozco una amplia gama de personajes en mí alrededor, de quienes admiro sus fuerzas, y reconozco sus debilidades. Con mi padre, reconozco la importancia de tener mi cabeza en alto y liderar en cualquier situación. Aprendo de mi madre a tener un espíritu de perseverancia e igualdad para todos. Para mi hermana retengo la creatividad y la hermandad, aunque sea complejo definirlo. Mas de mi abuela –que descanse en paz-, retengo la importancia de tener a Dios a mi lado. No soy perfecto –el que lo sea, que hable ahora, o calle para siempre-, pero hago mi mejor intento de dar un buen ejemplo a los demás.
Pero se habla tanto de una generación perdida, apartada, enajenada de la civilización de hoy. Se observa en nuestros alrededores la desdicha de una pobre y febril humanidad. Mientras se acumula el cielo y la Tierra, se amontona también los problemas que ocurren en la sociedad. Mientras más personas mueren, más la gente tiene que buscar un por qué. Y por cierto, más las personas le echan la culpa a esta generación.
Pero quizás tomaron las palabras de Jesús con suma ligereza. Se acusa esta generación por estar plagada de demonios. Demonios de ira, demonios de lujuria, demonios de miedo, demonios de dolor. Mas me atrevo a decir “demonios”, y no otra palabra más ligera, para dejar algo claro y descansar una polémica en discusión. Si la víbora es lo más vil que encontramos en la creación de Dios (y dijo Dios que todo era bueno), ¿vale adjudicar los pecados par hacer lucir mejor los intereses de otros? Si la víbora se une antes del amanecer, ¿qué mas nosotros no podemos hacer? Cuenta la historia sobre una serpiente que trataba de unir todas sus partes antes del amanecer. Si podían unirse, la serpiente sobreviviría. Si no podían unirse, la serpiente moría. Mas me arriesgo a decir: ¿acaso seremos más pequeños que una serpiente?
Por cierto, no espero que mis amados detractores vean lo mismo que yo veo de mí –mucho menos, de los demás. Sí, argumentarían que esta generación no mira hacia adelante. Protestarían que las cárceles y los camposantos están llenos de gentes que neciamente profirieron en sus bocas, “A mí no me va a pasar eso.” Apuntan con sus dedos índices a hogares rotos lugares oscuros, caras de libro y templos sacrosantos (sea de las leyes o de los cielos) y se jactan de vivir en la luz. Esta generación, ¡que se pudra!, pero que ellos vivan bien. ¿Este es el mundo que vivimos?, porque jamás –y repito, jamás- aceptaré eso.
¿Por qué no van a las universidades, para que vean a los jóvenes tratando de estudiar en espíritu y verdad? ¿Por qué no se mueven hacia las canchas de baloncesto y las pistas de atletismo, para que aprecien a un grupo de atletas en camino? ¿O qué no se acercan a los templos, para que acompañen a las rodillas sumergidas en oración por su pueblo? José Martí lo dejó claro: “Los que pelean por la ambición, por hacer esclavos a otros pueblos, pero tener más mando, por quitarle a otro pueblo sus tierras, no son héroes, sino criminales.” Y no son criminales porque se robaron algo, o mataron a alguien, o violaron algún derecho o persona. Mas ¡qué peor crimen es saber lo bueno, y no hacerlo!
¿Cuál es la obsesión, entonces, de socavar la bondad de esta generación? ¿Qué infatuación diabólica tiene el gastar y trillar la imagen de un pueblo en necedad y necesidad? Mientras explotan y glorifican las ensangrentadas estampas de las calles de las naciones, se les olvida decir que todavía hay jóvenes y adultos que no han claudicado ante el terror. Explotan el dolor de los humanos, pero ni siquiera se dignan en buscar maneras para aliviarlo. Presentan con ahínco los cuerpos sufriendo rigor mortis en el suelo, mas se esfuerzan en aislar una generación entera de la realidad. Hechizan los ojos de mentes inocentes con subterfugio y argucia, mientras estafan los valores de esta generación. Su dios es el vientre, su altar es el dinero, mas esta generación se nos desliza de nuestras manos…Se nos desliza, y no lo sabemos.
Se nos van los jóvenes, huella y fuerza del País. Sin embargo, nos condenan a morir en las calles y en nuestros hogares. No nos envían a sillas eléctricas, o por lo menos dormirnos con inyecciones, pero la bala y el gatillo se convierte en el mejor amigo de los inescrupulosos. Para unos, el alcohol se mezcla con los antidepresivos. Para otros, se une el estrujo de dos carnes con cerebro, carnes con miembros, pero no del corazón. Incluso para otros, atribuyen el fin a un lazo de cinco nudos para despedirse con el más cruel de los adioses.
Para el que voltea la cabeza, no se dan cuenta que hay niños de todas las teces y colores que a la vida le plació dejarlos vagabundos. Viven en la intersección de la calle Desecho y la avenida Desilusión. A su lado, no fijan sus ojos en otros niños que pierden lentamente su inocencia. Cruzan tres artículos y miran ese club de caballeros para que aprecien aquellas que dieron el todo por sus grandes sueños –y se esfumaron en un segundo.
¿Esta es la generación que accede a un nuevo futuro? Esta generación se ha convertido en la mofa planeada de la gente. Pero ya está bueno de que la gente nos ignore con carcajadas burlonas y pedorretas palurdas. Nos cansamos de los analistas procurando ideas de la boca hacia afuera, y no usan sus manos para crear. Ya no es tiempo para jugar de agoreros y adivinos, creyendo que sabremos el curso de nuestra historia por medio de una bola hueca de cristal.
Pero sale el Sol otra vez. Se escuchan los pies marchantes de los jóvenes. Aprecien las botas de los trabajadores y las zapatillas de las bailarinas. Escuchen el reventón de panderos y aplausos. Blanco, negro, amarillo, mezclado: todos se unen en un hermoso abrazo. Entonan cantos de patria. Estiran emociones vivas entre ellos mismos. No se preocupan de su pasado
Tengan fe: esta generación se levantará.
Esta generación no se conforma viviendo en glorias pasadas. Lo que pasó en el ayer, se quedó en el ayer. Sólo es un marco, una referencia para siempre mejorar. Sin embargo, las mejoras no son instantáneas: no se demuestra ser una generación paciente. Pero cuando quiere anhelar algo, hace todo lo posible por lograrlo y alcanzarlo. No claudica ante la incredulidad; no se rinde ante la adversidad.
Esta generación es de fuerte carácter. Nótense los infames genios que tienen nuestros niños. Mientras el carácter de algunos son difíciles y sutiles, otros demuestran un coraje vivo y cautivo dentro de ellos. ¡No quieran provocar estos niños a ira! Quieren conocerlo todo, quieren anhelarlo todo, quieren retenerlo todo. Este futuro verá una mezcla interesante de acciones y personalidades. Aprenden rápido, aprenden de los errores (bueno, por lo menos la mayoría), y aprenden a ser mejores que ayer.
Esta generación le encanta usar la tecnología. Por ella alcanzaron victorias –derrotaron tiranos, protestaron leyes imperdonables, y revolucionaron la forma de ver nuestro mundo. Ya una computadora no es un cuco para nosotros. Claro, debo admitir: se pueden usar las cosas para bien, o para mal. El que sepa usar sus herramientas para bien, considérese bendito. El que sepa usarlo para mal, pues, no hay mucho que yo le pueda decir.
Esta generación busca la innovación.
Esta generación quiere definir una nueva realidad.
Esta generación decide reinventarse otra vez.
Que difieran lo que tengan que diferir. Que se quejen los que tienen alguna excusa de qué quejarse. Esta generación llegó para quedarse. El Sol saldrá para buenos y malos comoquiera. Pero esta nueva simiente está airada; no airada de coraje y represalias tontas, pero airada porque quieren algo mejor. Por lo menos no estoy solo: hay cientos de miles de jóvenes que aspiran por sus metas. No estamos perdidos, vagando en nuestros pensamientos, como los gentiles buscan. Ahora, yo descanso, pero mi mente maquinará en todo lo bueno. Mañana, buscaré mis herramientas y empezaré a trabajar.
¡Generación de víboras! ¿Quién les dijo que esta generación no se levantará?