El rey Acab, aturdido y desilucionado,
gateó sus caballos hasta el palacio humillado.
Jezabel, su infame mujer, lo espera desnuda
y nunca admite su depresión como excusa.
Poder siempre quiere; nada detiene
las sombras de maldad que augusta mujer mantiene.
Poder siempre quiere; cubre calentera
el corazón agitándose desestimado.
Tan lejos su corazón sangra tanto e unsuda.
El corazón de Acab lentamente languidece--
no come, no bebe, ni tampoco amores hieden.
—Amado mío, ¿por qué no disfrutas tus manjares?
Si te place, ¡he de ejecutar los cocineros!
—Conversé plácidamente con Nabot animal
para su viña con mis manos reales comprar.
Mas él se negó, por sujetar a su Jehová
en contra de seguir mi antojo y voluntar.
—¡Insolencia! ¡Eres rey! ¡Lloras por desaire!
Los reyes no lloran— por tierras, mucho menos.
Levántate y come: sé hombre y soporta el veneno
mientras tus viñas daré para que te calmes.
Perjurio y muerte rodearon su boca
el precio de un juicio que nunca toca:
maquinó la mujer vituperios de gloria
con el sello real de la amargura e inexistencia:
—Proclamad rápido ayuno en la asamblea —ilegal;
poned calumniadores contra Nabot hablar:
"Has maldecido a Dios y al reino terrenal".
Disfrutad cómo su inocencia jurará,
y apedreadlo hasta la muerte infernal.
Así pacto el juramento sagrado de Jehová.
Lamió su lengua; partió el sello tibio
de la abominadora mentira vigante.
Cayó en gracia su sensial toqu femenino
mientras envió comprar el viñedo tinto.
Era la noche y el día del próximo día.
Ayuno contemplaron los pifios corazones
sin entender el secretismo de las razones.
Nabot vestido de ropajes elegantes,
un ángel caído en itad de la diestra,
un demonio glorificado en siniestra.
¡Hombre mentiroso!
¡Hombre traicionero!
Ha destruido el campo
contaminó el pueblo
de ideas profanas
que afrenta fuera
el Dios del campo
y el Dios del cielo.
¡Hijo de belial!
¡Hombre pendenciero!
Blasfemó el suelo
a Baal ofreciendo
vino y carnes crudas,
paz, aceite, y hierro.
¡Peligro es este hombre!
¡Peligra el pueblo!